domingo, 30 de agosto de 2009

Historia de una vida (Parte II)

Nadie esperaba que Kim Phuc sobreviviese. Quemaduras de tercer grado cubrían la mitad de su cuerpo y necesitaría muchas operaciones y años de terapia. A los dos años, contra todo pronóstico y con la ayuda de los médicos que se dedicaron a su cuidado, fue capaz de volver a su aldea así ella y su familia pudieron empezar a reconstruir sus vidas. 

En 1982, a los 10 años de tomarse la famosa fotografía, un fotógrafo alemán encontró a Kim. Mientras tanto, el gobierno la había sometido a interminables operaciones.

“Diez años más tarde, en 1982, tuve que sufrir otra prueba muy dura en mi vida. Yo había ingresado ya en la facultad de medicina de Saigón, pero por desgracia los agentes del gobierno se enteraron un día de que yo era la niñita de la foto y vinieron a buscarme para hacerme trabajar con ellos y utilizarme como símbolo. Yo no quería y les supliqué: “¡Déjenme estudiar! Es lo único que deseo”. Entonces, me prohibieron inmediatamente que siguiera estudiando. Fue atroz. No acertaba a entender por qué el destino se encarnizaba conmigo y no podía seguir estudiando como mis amigos. Tenía la impresión de haber sido siempre una víctima. A mis 19 años había perdido toda esperanza y sólo deseaba morir.

En 1986 Kim aprovechó una oportunidad para viajar para estudiar en Cuba, pero allí también hubo de interrumpir sus estudios. Tuvo varios problemas de salud, incluyendo diabetes, la cual empañó su visión. Durante su estancia en Cuba conoció a Bui Huy Toan, otro estudiante vietnamita. Se casaron en 1992 y pasaron la luna de miel en Moscú. En su vuelo de vuelta a Cuba, la pareja desertó cuando su avión aterrizó en Gander (Terranova) para repostar combustible. Con la ayuda de algunos cuáqueros se establecieron en Canadá, donde su marido, especialista en computadoras, obtuvo un empleo como ayudante de enfermería en el tratamiento de discapacitados.

En 1996, el Fondo para el Vietnam Veterans Memorial (el monumento conmemorativo a los veteranos de Vietnam) invitó a Kim a las ceremonias del día de los Veteranos que tuvieron lugar en este monumento en Washington D.C. Allí Kim se dirigió a un grupo de varios miles de veteranos de la guerra de Vietnam. Les habló de sus experiencias tras el ataque con napalm a su aldea y de cómo había, por fin, encontrado la felicidad y la libertad tras años de dolor y sufrimiento. Habló de la paz y del perdón.

Durante su visita a Washington D.C. conoció a Ron Gibbs, un veterano de la guerra de Vietnam y miembro de la junta directiva del Fondo para el monumento conmemorativo. Compartieron sus experiencias de la guerra y sus esperanzas para el futuro. De este encuentro nació la idea de la Fundación Kim.

”Como mis mayores me habían educado en la fe del caodaísmo, que se puede definir como una mezcla de confucianismo, taoísmo, budismo, me puse a rezar sin parar y a pasarme el tiempo con lecturas religiosas. Sin embargo, nadie podía aliviar mis sufrimientos ni lograr que volviera a la facultad. La duda me atenazaba: “Si Dios existe, ¿podrá ayudarme?”
En cierta ocasión, un amigo me llevó a una iglesia cristiana de Saigón. Aunque mi alma estaba sedienta de paz interior, me costaba mucho abrazar una nueva religión. Mi mayor deseo era encontrar una amistad, alguien a quien hablar y confiarme. Había dibujado incluso su imagen en un papel. Un día que entré en la iglesia vi a una muchacha sonriente sentada en medio de la nave vacía. Se hizo amiga mía.
Me sentí mejor enseguida, aunque todavía sintiera un vacío en mi fuero interno. Solamente cuando encontré la fe en mí misma, se atenuó el dolor de las llagas de mi corazón. Poco después el gobierno hizo demoler esta iglesia de Saigón y el pastor se fue. Desde entonces, sola y sin ayuda de nadie, fui dejando que el sentimiento de perdón creciera en mi corazón hasta que empezó a embargarme una inmensa paz interior. Esto no ocurrió de la noche a la mañana, porque no hay nada más difícil que llegar a amar a sus enemigos. En vez de reaccionar de una manera “normal”, es decir con odio y deseo de venganza, opté por la comprensión, que por cierto no se alcanza en un día.

Durante una presentación en una iglesia en los Estados Unidos realizada en diciembre de 2003 Kim dijo: “El dolor nunca desaparece. Apenas aprendes cómo lidiar con él.”
 
Ella refirió una porción de la Biblia sita en Salmos 56, que ella encontró de gran ayuda en los tiempos duros: “Porque has librado mi alma de la muerte, y mis pies de caída, para que ande delante de Dios en la luz de los que viven.”

Ella también demostró el poder del perdón.
Públicamente manifestó su perdón al piloto que erróneamente había vaciado las bombas sobre su aldea.
El hombre dijo: “Es como un mundo entero que es quitado de mis hombros”. Phuc y el piloto se abrazaron emocionados.

Aunque ella no concluyó con sus estudios médicos, Phuc dijo que ella ha encontrado su propósito en vida, “de compartir la importancia del tener una relación con Cristo así como saber la importancia de la libertad. ”

“Era el fuego de las bombas las que quemaron mi cuerpo. Era la habilidad de los doctores que repararon mi piel. Pero tomé de la energía del amor de Dios para curar mi corazón.”
  
Kim Phuc en una entrevista para la TV argentina 
 

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